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Hablemos de la comorbilidad.

Los datos sobre comorbilidad concurrente son muy reveladores.

¿Qué es esto de la comorbilidad?

Personas que presentan un trastorno, muestran por lo menos otro si bien sea en un orden secundario. Diferentes estudios nos ofrecen porcentajes donde se corrobora esta aseveración. Por servirnos de un ejemplo en la revisión llevada a cabo por Clark et al. (mil novecientos noventa y cinco) sobre muestras clínicas, se consiguen conclusiones como las siguientes: el sesenta y cinco por ciento de los pacientes diagnosticados de distimia, el cincuenta y nueve por ciento de pacientes con depresión mayor, el setenta y siete por ciento de pacientes diagnosticados de anorexia inquieta, el noventa y seis por ciento de pacientes con trastorno obsesivo-apremiante (TOC), y el ochenta por ciento de pacientes con abuso de drogas sufren cuando menos otro trastorno.

Desde estos datos (que solo forman un caso) puede deducirse de manera fácil que, basándonos en los criterios de diagnóstico actuales, la existencia de comorbilidad acostumbra a ser la regla más que la salvedad. Desde esta perspectiva, considero esencial tener en consideración dimensiones transdiagnósticas, o sea, variables que están presentes en diferentes trastornos, que en consecuencia pueden tener una función explicativa del origen y mantenimiento del inconveniente. En ese sentido y respondiendo a mi experiencia clínica, el perfeccionismo, es una dimensión que está en la base y mantenimiento de diferentes trastornos que trato en consulta.

¿Podríamos decir por consiguiente, que si tratamos el perfeccionismo, se terminaría el trastorno?

A todos nos agradaría tener una relación de causa – efecto tan fácil en esta profesión. Evidentemente, no es tan simple la respuesta, mas sí que podría aseverar que la mejora que tendrían estos pacientes si manejasen de forma más adaptativa su perfeccionismo, sería evidente y no residual. Imaginar que una persona con trastorno de nutrición manejase de forma adaptativa su necesidad de perfección en su figura, en su apariencia y en su peso. Imaginar asimismo, una persona con trastorno obsesivo apremiante como tengo en consulta, donde se pudiese permitir con márgenes extensos el errar, el confundirse, el permitirse que algo no esté bajo los factores rigurosos que establecen como regla. Por lo tanto, tengo la tentación de confirmar, que en psicoterapia es más esencial trabajar alén de síntomas de un sistema de categorías diagnósticas, y también ir a dimensiones que marcan y hacen afianzarse malestares sicológicos. ¿Piensas que manejar una variable como el perfeccionismo daría desenlaces (sobre todo en concepto de recaídas) en una persona con obsesiones, con anorexia, con ansiedad? Semeja que podría ser una agranda opción.