
Fue hace precisamente dos mil años que el enorme versista romano O. escribió el que quizá es su libro más emblemático: Las metamorfosis. Es esta una obra monumental que relata la historia del planeta hasta entonces conocido. En ella asimismo se hace una alusión larga a la diosa Envidia (cabe aclarar que esta referencia es inspirada por su contraparte griega: Némesis), y queda hermanado desde ese momento y por siempre este sentimiento con su complementario que son los celos (Ptono).
Asimismo para la creencia cristiana es esencial la envidia –ya como sentimiento-, por el hecho de que es parte integrante de Los siete pecados capitales, esto es que es entre los vicios en los que pueden caer las personas envidiosas. Es esencial hacer apreciar que la palabra “capital” no hace referencia a la relevancia de tales pecados, sino desea decir que estos son el origen del resto de los pecados humanos. Así, la envidia es la madre de muchos vicios más: los celos, la traición, la deshonestidad, la injusticia, etcétera Rastreando etimológicamente la palabra, podemos darnos cuenta que procede del palabra invidere que está compuesta por “in” que significa “poner sobre” tal como de “videre” que desea decir “mirar”. Por consiguiente, la envidia en esencia no es otra cosa más que “poner la mirada sobre algo”. No obstante no únicamente se trata de posar la mirada en algo o bien en alguien, a fin de que la envidia adquiera su significado informal es preciso que cumpla con su requisito más necesario: esa mirada sobre algo o bien alguien es, por lo regular, malintencionada, recelosa y hostil. Entonces, como puedes irte dando cuenta, la envidia es parte integrante de nuestro repertorio como personas, lo que no necesariamente es algo “malo”; aun ciertos antropólogos mantienen que este sentimiento puede llegar a estar bien dirigido y ser positivo para la sociedad por el hecho de que provoca una lucha contra el conformismo y hace que procuremos metas más altas por medio de la imitación del resto. Tomando como cierta esta idea querría decir que todas y cada una de las personas conseguimos superarnos en la vida mediante envidiar, particularmente como una parte de una sociedad. No obstante y a nivel individual, es más recurrente que cuando se siente envidia, esta se quede en un estadio de pura amargura y mala sangre. Mas, ¿por qué razón una persona envidia? ¿Cuál es el mecanismo que provoca que alguien sienta malestar frente al bienestar y los triunfos “de cualquier clase”, de otra gente?
Aspiraciones inalcanzadas de una persona envidiosa
Desde entonces y por exactamente la misma dificultad de cada humano, hay múltiples factores que provocan la aparición de este sentimiento, mas en este artículo me limitaré a mentar 3 de los que estimo más esenciales. Primeramente, quizá la característica más evidente de este sentimiento es la muy frecuente aspiración de tener algo que no se tiene. Y acá puede entrar para la persona envidiosa la la justificación de la automotivación, puesto que todos ansiamos un desarrollo y evolución en nuestras vidas, lo que se consigue aspirando a tener; no obstante el tema da un brusco cambio cara la envidia cuando ese algo que no se tiene es gozado por alguien más o bien le pertenece a otra persona. Entonces, quien desea tener eso de lo que carece se frustra y obsesiona con la idea de apropiarse de ello. A pesar de lo precedente es acá en donde entra una paradoja, la que es que para la persona envidiosa no es soportable el admitir que se quiere algo que otra persona tiene y no, por lo tanto utiliza un mecanismo de defensa demeritando aquello que íntimamente quiere.
Al hacer la denostación del objeto de deseo (persona, logro o bien cosa), no se da cuenta que en su anhelo de no parecer ruin –en particular ante sus ojos-, consigue precisamente eso. Y como esta actitud no le basta, entonces pasa al segundo punto. Y debe ver con este deseo que te he mentado previamente, si bien ya no como aspiración sino más bien como hostilidad. Justo después de que la persona envidiosa desdeña aquello que íntimamente quiere mas le amedrenta reconocer que de esta manera es, aparece la cancerosa idea de que quien sí dispone de ello lo pierda o bien, cuando menos, deje de gozarlo. Acá es donde reside el considerado pecado de la envidia.
Y, ¿por qué razón? Pues cuando aparece este pensamiento, la persona envidiosa pasa a la acción. Como el Y. shakesperiano cuyo potencial para producir intrigas se destapa cuando es menospreciado a favor de Casio para el ascenso a teniente que deseaba, la persona envidiosa empieza a hilar una red de actitudes clara y claramente contra el objeto de envidia. Comienza a musitar, a correr cotilleos, a levantar falsos y a intentar persuadir a el resto que lleva la razón en lo que tanto defiende. En la mayor parte de las ocasiones estas actitudes toman la virulenta forma de ataques directos cuyo fin es alterar la calma, dicha o bien disfrute del objeto de su deseo inalcanzado. Si la persona atacada cae en el juego, el envidioso consigue la sensación de triunfo que le hace sentirse mejor. La pena no obstante, es que esta es una victoria pírrica, pues como la envidia es afín a un saco sin fondo, cuanto más placer momentáneo se consiga entonces más deseará el envidioso, con lo que jamás se sacia y eso le hace continuar en estado de sufrimiento permanente.
Complejo de inferioridad disfrazado de la persona envidiosa
Y es respecto a lo precedente que toco el tercer punto. La oración atribuida a N. Bonaparte sobre que la envidia es una declaración tácita de inferioridad, es suficientemente atinada en un caso así. Y este complejo de inferioridad que florece en la persona envidiosa se siembra en la niñez. Cuando el pequeño comienza a tener las primeras relaciones sociales con su ambiente –familia, amigos, escuela-, ocurre que en ocasiones se siente conminado respecto a perder lo que tiene a manos del resto, y si no consigue enfocar apropiadamente este sentimiento de desprotección sobre posesión, medra carente de la confianza precisa para comprender que todas y cada una de las personas son poseedoras de aspectos positivos que otras no tienen lo que es completamente normal y no encierra riesgo alguno para él. Si absolutamente nadie le transmite o bien enseña la confianza que da el comprensión de saber que nadie es mejor que él por el hecho de tener algo diferente, el pequeño empieza a sentir que no es suficientemente bueno para tener lo que el otro tiene o bien ser como el otro es, lo que le dispara la sensación de inferioridad y desamparo. La forma en que reacciona entonces es disfrazando esa idea de inferioridad asoladora por medio de diferentes mecanismos como la competitividad descarnada, el enjuiciamiento de sí, la inflexibilidad personal y también interpersonal y, desde entonces, la envidia. No es nada extraño que las personas envidiosas tengan una idea magnífica de sí, llegando aun a exceder los límites de la empatía, la moral y la moralidad con el objetivo de sostener su débil autoestima en puerto seguro o bien, por lo menos, conocido.
¿Qué hacer para lidiar cuando eres blanco de una persona envidiosa?
O bien –peor todavía-, ¿qué hacer si eres el envidioso? Son preguntas de mucho interés. Antes de nada has de estar de forma plena siendo consciente de algo y es que no hay forma alguna de eludir ser envidiado. Hagas cuanto hagas nunca vas a poder detener que ese sentimiento invada a ciertas personas a tu alrededor. A veces vamos a ser participantes de envidias “blancas” que brotaron en un instante y no se volverán a reiterar, con lo que podemos proseguir adelante con nuestra vida sin apenas mella. Mas la mayor parte de las veces la envidia se mostrará en su parte más obscura. Cuando esto ocurre –seas víctima o bien autor-, es recomendable advertir el sentimiento apenas al aparecer y entre las mejores maneras de hacerlo es observando si dicho comportamiento se repite. Esto nos deja darnos cuenta si hay que tomar una medida preventiva a este respecto. Quizá la más sana de esas medidas es enseñar indiferencia frente a la persona envidiosa y su actitud, no obstante a veces nos vamos a ver obligados a expedir un mensaje claro y fuerte en respuesta del tipo “más vale que detengas tu envidia o bien deberás abonar consecuencias”. Cualquier cosa que elijas debes continuar claro en algo: la envidia no se refiere a las faltas de la persona que es el blanco, sino charla únicamente de las faltas del que envidia. La verdad es que una persona envidiosa no es capaz de ver en el otro más que lo que hay en sí. Conque la próxima vez que alguien te muestre envidia o bien sientas envidia, recuerda que eso únicamente afirma cosas de su personalidad, no de tu personalidad.